viernes, 27 de abril de 2012

El dolor de la urbe


Nativo de una gran ciudad como el Distrito Federal, Gabriel del Río conocía de cerca problemas como el de la migración del campo a la ciudad, el hacinamiento y la pobreza. De eso habla, precisamente, este poema suyo.

El dolor de la urbe

Gabriel del Río

La ciudad está exhausta;
le duelen las pisadas
de las legiones tristes
de los hambrientos parias
que vienen desde lejos
con ensueños en ristre
y el alma solitaria.

Agraristas sin tierra,
maestros sin escuela,
estudiantes sin libros,
albañiles sin plomo,
leñadores sin hacha,
pescadores sin redes, 
carpinteros sin clavos,
herreros sin su yunque...
¡Todo un pueblo sin cara!

Hombres suben y bajan
la abrupta orografía
de la patria sangrada
y convierten en monstruo
a la ciudad dormida.

Vienen de lejos, cantan
la canción del destierro;
vienen de la montaña
y a la urbe le duelen,
le duelen sus pisadas.

 Vienen de la Chontalpa,
de Yucatán, del Itsmo,
de Veracruz, Oaxaca,
de Colima y Nayarit,
de Sonora y Chihuahua;
de los mares, de la sierra,
de los vientos y las aguas.

Y se hacinan en jacales
de la ciudad sin entrañas
y caminan por las calles,
sonámbulos de nostalgia
de las noches de carbón
cuando eran dueños de su alma

Son fantasmas que se arrastran
por la urbe sin campanas
y quieren decirnos algo
tan elocuente, que callan
y ven desfiles y escuchan
informes del presidente
y duermen en las aceras
si lo permite el regente.

Le duelen a la ciudad
las arterias y las venas.
¡Tiene ganas de llorar
cuando relata sus penas!

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